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“En la RDA tenía la sensación de no ser nadie“

10 de noviembre de 2009

Tras el golpe de Estado en Chile en 1973, la solidaridad con los perseguidos de aquel país se convirtió en un asunto principal para la familia Honecker. La RDA acogió a más de 5.000 exiliados con los brazos abiertos.

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El actor chileno Aníbal Reyna.Imagen: Victoria Eglau

“Querido espectador, Aktuelle Kamera le ha ofrecido las últimas noticias del golpe de Estado en Chile. Nos conmueve el destino de ese pueblo, cuyos progresos sociales están siendo saqueados”. Esto se emitía en la televisión de la RDA el 12 de septiembre de 1973, un día después del golpe de Estado en Chile. Después de la toma de poder de la Junta, con Augusto Pinochet a la cabeza, se instauró en Chile una despiadada cacería contra los seguidores del derrocado presidente socialista Salvador Allende.

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El 11 de septiembre de 1973 tuvo lugar el golpe de Estado en Chile contra el gobierno del presidente Salvador Allende.Imagen: AP

“Uno o dos días después del golpe de Estado, recibí una llamada de la embajada de la RDA y me ofrecieron irme para allá”, recuerda Hanns Stein. El cantante y su mujer Choly, que eran miembros del partido comunista de Chile, aceptaron la invitación de la RDA y comenzaron una nueva vida en el Berlín del Este.

También el actor socialista Aníbal Reyna se exilió en aquella época en la RDA. El día de su llegada quedó para siempre grabado en su memoria: “Llegamos los cinco: mis tres hijos, mi mujer y yo. Estábamos exhaustos y no sabíamos que pasaría con nosotros”, recuerda. La familia fue recogida en el aeropuerto y conducida a su nuevo hogar. “Al día siguiente nos recogieron muy temprano. En unos grandes almacenes pudimos elegir todo lo que necesitaríamos para vivir. Eso fue como un sueño”, recuerda Reyna y parece que todavía hoy no puede creerlo.

Ayuda y propaganda

El Gobierno de Honecker acogió a los refugiados de aquella época, aprovechando esa solidaridad con Chile también para hacer propaganda. Alrededor de 5.000 chilenos, a los que la RDA ofreció una nueva patria, recibieron enseguida viviendas y créditos para comprar muebles. Además, sus niños fueron matriculados en escuelas y guarderías. Aníbal Reyna encontró trabajo como actor en un teatro en Rostock, Hanns Stein lo hizo como profesor de canto en la “Escuela Superior de Música Hans-Eisler” y su mujer Choly empezó en la “Radio Berlín Internacional”.

Sin embargo, no todos los emigrantes tuvieron la suerte de poder seguir desarrollándose en sus profesiones. Muchos, también con carreras universitarias, fueron empleados como funcionarios del partido chileno en el exilio. “Después empezaron a estar todos desesperados porque estaban obligados a trabajar en fábricas de coches, cuando en realidad eran psicólogos de profesión”, cuenta Hanns Stein. A causa de ello, muchos exiliados sufrieron quiebres anímicos e incluso hubo casos de suicidio.

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El Gobierno de Honecker impulsó una política de apoyo a los chilenos exiliados en la RDA.Imagen: Bundesarchiv / Rutzke

Comprar carne en la sauna

La familia Stein vivía en Berlín-Treptow en un bloque con vecinos alemanes. Muchos otros exiliados vivían en cambio en bloques habitados sólo por chilenos. Algunos tuvieron apoyo de otros ciudadanos de la RDA, sin embargo, otros eran envidiados por los privilegios del gobierno. Inolvidable para Hanns Stein fue la economía clandestina, gracias a la cual él pudo acudir a una sauna por primera vez. Allí le preguntaron dónde compraba él la carne. “En la Kaufhalle” respondió él. “¿Qué? ¿En esa basura compra usted?”, contestó el otro identificándose como carnicero, hasta que más tarde ofreció a Hanns Stein sus servicios. “Los filetes son para los amigos. ¿Quieres un filete?”. “En el disfrute de la sauna se podía encontrar de todo . Todo de lo que realmente no había fuera”, sonrie Stein. Él le devolvió el favor a su amigo carnicero con compras en el Berlín occidental, porque como artista que también trabajaba en la República Federal, poseía un visado de salida.

Ese privilegio no fue otorgado a muchos exiliados, y mucho menos a políticos y funcionarios que sustentaban el Partido Comunista y Socialista Chileno en la RDA. Los otros no tenían permitido ni siquiera el paso al Oeste para acudir al Consulado, que se encontraba en esta zona, a prolongar el visado. No sólo el Partido Socialista Unificado de Alemania (SED), sino que también la dirección del partido chileno quería impedir una salida masiva hacia los estados occidentales porque, a pesar de toda la gratitud, no pocos exiliados se desilusionaron pronto con la vida en el "verdadero socialismo". El propio Aníbal Reyna es un ejemplo. Él había presentado un gran número de piezas teatrales que, con muchas ganas, ponía en escena. Sin embargo, él no podía expresar lo que sentía porque sus ideas estaban prohibidas. “Yo tenía una buena vivienda, lo suficiente para comer, mi hijo estudiaba cine y mi hija se había graduado como asistente dental. Por todas esas cosas yo estaba indudablemente agradecido.”, dice él hoy, “sin embargo, hay aún algo más que el hombre necesita: poder decir lo que piensa, ser escuchado, ser criticado, ser alguien. En la RDA tenía la sensación de no ser nadie.”

El desengaño

Erich Honecker und Luis Corvalan
Erich Honecker y el dirigente comunista chileno Luis Corvalán, en 1977.Imagen: Bundesarchiv / Ulrich Kohls

Aníbal Reyna recibió un visado de salida de un año cuando rodó una película en la RFA. Un día antes de que el visado caducara, decidió darle la espalda a la RDA, hizo su maleta y voló a través de Berlin occidental hacia Madrid. En España recibió poca ayuda, sin embargo, se sentía libre.

La Familia Stein permaneció siete años más en el Berlin oriental y regresó después al Chile de Pinochet. En 1989, mientras que el muro caía en Berlín, tuvieron lugar de nuevo en su país unas elecciones libres. Los Stein tienen muy buenos recuerdos de la vida en el naufragado estado alemán, sólo sobre los funcionarios del partido chileno no pueden hablar bien. En la RDA, el “Partido Comunista de Chile” les dió la espalda. “Nosotros sentimos que fue sencillamente ridículo que desperdiciáramos la mitad de nuestra energía luchando contra nuestra propia gente por todo tipo de tonterias”, dice Hanns Stein “y por eso nos tuvimos que separar de nuestra propia organización.”

Autor: Victoria Eglau / Ana Sánchez Granado

Editora: Emilia Rojas-Sasse