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"Informe sobre tortura de la CIA debe ser publicado"

Michael Knigge (CP/ PK)9 de diciembre de 2014

El informe del Senado de EE. UU. sobre el programa de torturas de la CIA es crucial, y quienes lo critican arguyendo que debe mantenerse oculto para evitar consecuencias negativas están equivocados, opina Michael Knigge.

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Imagen: picture-alliance/dpa

El intento por parte del Senado de Estados Unidos de llevar a cabo una investigación sobre el programa de tortura de la CIA durante la presidencia de George W. Bush surgió hace algunos años como una iniciativa de demócratas y republicanos, para transformarse, más tarde, en un enfrentamiento político que hoy divide a ese país y del cual nadie saldrá intacto cuando, finalmente, se publique el informe.

Sería de desear que el gobierno de EE. UU se presentara ante los ciudadanos estadounidenses y la comunidad internacional con un objetivo común: analizar los errores cometidos después de los ataques terroristas del 11/9/2001 por una importante institución controlada por el gobierno, y hacerse responsable de ellos. En lugar de eso, en Washington se está haciendo política con el tema, con la consecuencia de que los republicanos no solo rechazan vehementemente la publicación del informe, sino que, además, iniciarán una ofensiva mediática en su contra tan pronto como se haya publicado. También la CIA publicará su propia toma de posición acerca del reporte, y todo eso obligará a la senadora Dianne Feinstein, presidenta de la Comisión de los Servicios Secretos del Senado, y a la Casa Blanca a defender la publicación contra una avalancha de críticas.

El contenido debe estar en el centro del debate

Eso es de lamentar, ya que distrae del verdadero problema. En lugar de hacer girar el debate en torno a si el informe debe ser publicado o no, la discusión debería centrarse en lo que este revela sobre el programa de tortura de la CIA y lo que deberíamos aprender hoy de ello. El argumento principal de muchos de quienes critican su publicación o quieren postergarla es que tendrá efectos negativos para los ciudadanos estadounidenses en el mundo y, más específicamente, en la política exterior de EE. UU. Pero ese argumento es totalmente falso. Es importante remarcar que no será la publicación del informe lo que podría disparar una serie de consecuencias negativas para los ciudadanos de EE. UU. y para la imagen de ese país en el mundo, sino los actos y prácticas de tortura detallados en él. Y es igualmente importante subrayar que, al contrario de lo que claman los críticos, su publicación no dañará a la política exterior estadounidense, sino que podría rehabilitarla por completo, ya que, ¿cómo podría EE. UU. seguir siendo visto como una superpotencia global que históricamente se considera a sí misma el faro de la libertad hacia el cual se dirigen las miradas del mundo? ¿Cómo podría EE. UU. poner en la picota a otros países por violaciones de los derechos humanos si Washington no es capaz de admitir sus propios errores? Sería imposible.

Michael Knigge, de Deutsche Welle.
Michael Knigge, de Deutsche Welle.Imagen: DW/P. Henriksen

En un Estado de derecho no hay lugar para la tortura

Por eso, para restaurar la credibilidad internacional, severamente dañada por los excesos cometidos por la CIA y otros organismos durante la era Bush, es crucial que Washington reconozca que ha cometido errores graves. Sin embargo, no sería correcto fundamentar la publicación del informe únicamente en su relevancia en lo concerniente a política exterior, ya que su importancia va más allá. En un país democrático, en un Estado de derecho, no hay, lisa y llanamente, lugar para la tortura. Por eso, la publicación del informe del Senado sobre el programa de tortura de la CIA es un paso significativo para volver a resaltar algo que, en realidad, no debería ser necesario resaltar.