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Un aliado complicado

Christoph Hasselbach (LGC / ELM)7 de octubre de 2014

Turquía podría detener una masacre del autoproclamado Estado Islámico junto a su frontera. ¿Por qué no lo hace?, se pregunta Christoph Hasselbach.

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Imagen: REUTERS/U. Bektas

Las milicias del autodenominado Estado Islámico (EI) rodean la ciudad siria de Kobane, justo en la frontera con Turquía. Desde el lado turco se divisan ya sus banderas negras. Un baño de sangre amenaza la ciudad ante los ojos de los militares turcos. Pero Turquía hasta ahora no entra en combate. La decisión parlamentaria está ahí ya. Recep Tayyip Erdogan podría en cualquier momento enviar a su ejército contra los combatientes del EI en Siria.

Pero él vacila. Y eso que Turquía, miembro de la OTAN, tiene las fuerzas terrestres más numerosas de la Alianza después de Estados Unidos. Sería el complemento perfecto para los ataques aéreos estadounidenses. Los expertos están de acuerdo en que sin tropas de tierra la lucha contra el EI no puede ser efectiva. De ahí la importancia militar, probablemente decisiva, de Turquía para detener la matanzas de las fanáticas milicias del EI.

Christoph Hasselbach, corresponsal político de DW.
Christoph Hasselbach, corresponsal político de DW.Imagen: DW/M.Müller

Ninguna implicación de la OTAN

Hasta el momento no se ha le ha dado ninguna excusa a la OTAN para actuar. Aparte de puntuales lanzamientos de granadas, no ha habido ataques del EI contra territorio de Turquía. El enclave turco en Siria que tiene el mausoleo de Suleimán Shah (para los turcos, abuelo del primer sultán otomano) ha sido respetado hasta el momento, a pesar de que el EI controla la zona de los alrededores. Y tampoco está claro que los socios de la OTAN vayan a considerar que un posible ataque contra él deba activar una respuesta conjunta de la Alianza. En caso de ataque a la propia Turquía, sin duda este país podría reclamarla. El nuevo secretario general de la OTAN, Jens Sotltenberg ha dejado claro que la alianza protegerá "la integridad y las fronteras de Turquía".

¿Secreta simpatía hacia el EI?

Ese no es el tema ahora. En cambio, los aliados occidentales de la OTAN dudan de los motivos de Erdogan. El vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, criticó a Turquía diciendo que, para deshacerse del presidente sirio Bashar al-Assad, había apoyado a los yihadistas. Biden se disculpó después y Turquía lo considera un asunto zanjado.

Sin embargo, el representante de Barack Obama solo ha dicho lo que muchos piensan en Occidente: que Turquía, al menos en parte, simpatizaba con el EI o lo hizo hasta hace poco. Como ejemplo, todo apunta a que a cambio de la liberación de rehenes turcos que el EI mantenía cautivos, Turquía soltó a yihadistas presos en sus cárceles, incluidos algunos provenientes de países de la UE. Todo esto socava las ya tensas relaciones de Occidente con el gobierno turco.

Ankara espera demasiado

¿Cuál es la estrategia de Erdogan? En realidad, él se enfrenta a un dilema. Si lucha mano a mano con Estados Unidos contra el EI, se arriesga a sufrir ataques islamistas en su propio país. Además, tampoco quiere dejar que ni Assad ni los kurdos se hagan demasiado fuertes. No está de más recordar que durante décadas el principal enemigo interno de Turquía era la milicia kurda. El argumento inicial de Erdogan de que mientras los rehenes turcos estuvieran en manos de los yihadistas tenía las manos atadas ya no tiene validez.

Turquía pone condiciones para involucrarse en la lucha contra el EI: la destitución del presidente sirio Al-Assad, "Satán", como el primer ministro Ahmet Davutoglu lo llama. Además, la coalición liderada por Estados Unidos debe establecer una zona de seguridad dentro de Siria, destinada tanto a proteger la población civil kurda –que ya no tendría que huir a través de la frontera turca– como a garantizar la seguridad militar de Turquía. En otras palabras, Turquía espera que se implemente una estrategia global para garantizar su seguridad incluso tras la victoria sobre el EI.

Pero eso es mucho pedir para una débil coalición que parece desbordada con la mera tarea de mantenerse. Las dudas, los cálculos y las vacilaciones de Turquía son en parte comprensibles. Pero el tiempo para los juegos de estrategia debe acabar. El ejército turco no puede ser testigo de cómo el EI masacra en sus narices a la población civil kurda, porque la opinión pública mundial lo considerará, en parte, responsable.